Introducción

Las Cortes o la Corte, como se registra en los procesos, son la reunión de las fuerzas políticas distribuidas en tres brazos: el eclesiástico (obispos, abades y órdenes militares), el militar (nobles, caballeros y donceles) y el real (municipios bajo la jurisdicción del monarca). A esta asamblea acude el soberano para legitimar y fijar las relaciones rey-reino (a través del juramento), buscar consejo y ayuda militar o económica para financiar sus proyectos y mantener el orden dentro del territorio. Unos y otro aprovechan el encuentro para defender sus posiciones e intereses.

La investigación sobre esta institución, vinculada más si cabe que otras a los acontecimientos políticos, ha tenido como objetivo prioritario ya desde el siglo XV la reflexión sobre su composición y objetivos (P. Belluga, C. Crespí y L. Matheu). El primer intento de publicar sus fuentes, que podemos situarlo en el contexto europeo del momento (Italia, Portugal, Castilla, Cataluña…), se remonta al siglo XIX y obtuvo escasos resultados: los registros de las Cortes valencianas, entre otras, quedaron sin publicar. El despertar de las autonomías, en torno a 1980, y la recuperación de algunas instituciones propiciaron, nuevamente, el interés por estos temas. Se convocaron congresos para profundizar en su estudio y se hicieron nuevas propuestas de edición, pero sólo en el territorio sardo se consolidó el proyecto. Cataluña retomó, a principios de los noventa, la edición iniciada en el siglo XIX por la Real Academia de la Historia. Aragón procederá a su publicación sistemática a partir del año dos mil; y una vez más, las actas valencianas siguen esperando.  

La edición del acta de las Cortes de Don Martín, en la medida en que puede ser pionera de un plan global y surge en un contexto de renovación de la historia política, tiene la posibilidad de convertirse en el inicio de una colaboración entre las Cortes y la Universidad con un doble objetivo. Primero, dar a conocer unas fuentes en las que junto al nacimiento y evolución de este organismo se encuentra el reflejo múltiple de la sociedad en las que se desenvuelven. Segundo, insertar su estudio en la confluencia de las líneas investigadoras dominantes en la actualidad: las propuestas por la Comisión Internacional para el Estudio de las Asambleas Representativas y Parlamentarias (fundada por la Comisión Internacional de Ciencias Históricas en 1939), que potencia el análisis y los estudios comparativos, y las planteadas por la renovación de la historia política que, integrando esta institución en los estudios sobre el Estado y utilizando nuevas metodologías, propicia nuevos planeamientos. 

El acta que se edita y me sirve de base para este estudio es la redactada por el escribano del brazo real, de la que disponemos de original y copia, aunque sabemos que para estas fechas son cuatro las que se levantan de cada una de las reuniones celebradas: la llevada a cabo por el protonotario real, reflejo de las sesiones generales, y las realizadas por los escribanos de cada uno de los tres estamentos, en las que se registran sus acuerdos particulares y las relaciones entre los mismos. Con posterioridad a la entrega de este análisis, al que han aportado sus observaciones amigos y colegas, J. A. Alabau ha localizado el proceso del brazo eclesiástico. Fragmentos de partes relevantes de este proceso (fueros, donativo, agravios…) se encuentran, además,  depositados en el Archivo Histórico Nacional, la Biblioteca Histórica de la Universitat de València, la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, y sin la menor duda, en algunos archivos municipales.

Mi objetivo es acercar las Cortes valencianas, los intereses y decisiones de sus componentes y la época en la que se desarrollan y en la que adquieren su verdadero sentido, a todos aquellos que se aproximen a la edición del proceso de 1401-1403. Confluyen en Don Martín, último representante de su dinastía, y en esta reunión una serie de circunstancias que las hacen especialmente significativas. El primero, siguiendo las pautas marcadas por su padre, da un paso importante en la consolidación del proyecto monárquico, apoyando el protagonismo del reino (Generalidad) frente al asumido por la capital hasta ese momento. Las Cortes, obligadas a desplazarse a distintas localidades (Segorbe, Castellón y Valencia) a causa de la peste, son las más largas del período foral y las únicas celebradas durante su reinado. 

El registro de esta asamblea, reunida entre 1401 y 1403 y finalizada en 1407, nos aproxima a la sociedad y su problemática poco antes de que la dinastía Trastámara se hiciera cargo del gobierno de la Corona de Aragón, tras el compromiso de Caspe (1412). Lo más significativo es la originalidad de algunas de sus propuestas. Estas tienen, en ocasiones, un rodaje previo y se consolidarán rápidamente como la Generalidad. Otras, demasiado innovadoras, como la “comisión de los treinta y dos” -responsable de resolver los agravios pendientes y ampliar el donativo-, tardarán bastante más en arraigar: la junta de contrafueros, de la que se puede considerar un claro precedente, no se hará realidad hasta 1645.

Este estudio se plantea en cuatro puntos. El primero intenta un acercamiento a los protagonistas de las Cortes: Don Martín y la sociedad del momento. La personalidad y proyectos del primero y el perfil social, político y económico de los que asumen la voz de la sociedad civil tripartita marcarán el desarrollo de las mismas. He querido recordar, especialmente y aunque sea de pasada, al resto de consejeros y colaboradores que hacen posible el funcionamiento de un organismo de esta significación y relevancia.

El segundo es una aproximación a la problemática general (crisis) y específica de este reino (recuperación demográfica y económica), en los albores del Cuatrocientos. Es en ese ámbito donde se explica el funcionamiento y objetivo de estas instituciones políticas y donde las actitudes y decisiones de sus protagonistas adquieren su verdadera dimensión.

El tercero intenta enmarcar las Cortes de 1401-1407 en su contexto general y recoger los ecos que de la misma nos han llegado a través del tiempo y, lo que es más importante, se centra en cuestiones de procedimiento así como en sus objetivos. Sin olvidar las negociaciones paralelas y secretas, bautizadas en su día por R. Pinilla, como “la otra cara de las Cortes”.

El cuarto esboza un acercamiento al monarca, a las actividades que realiza en el transcurso de las mismas (política matrimonial) y a sus planteamientos teóricos (pensamiento político), así como a las posiciones defendidas por el reino y a su situación social (bandositats) y sanitaria (peste). Temas, estos últimos, que al repercutir en su celebración y en sus decisiones, también quedan reflejados. Se apuntan, además, otros aspectos: armas, antroponimia, relaciones familiares… así como algunos, que sólo adquieren su verdadera dimensión en relación con el resto de procesos: evolución del lenguaje, renovación de linajes y del sistema fiscal… Una bibliografía seleccionada para el período y las cuestiones planteadas completan el estudio.

Las Cortes, que inician su andadura con Jaime I (1261), mantendrán su vigencia hasta el final de la época foral (1707), aunque en 1645 sea la última vez que se convoquen y reúnan. El rastro principal de esa larga trayectoria es una serie de registros como el que ahora se edita y que se remontan a mediados del siglo XIV.

La edición y análisis de cada una de esas actas posibilitará seguir la evolución de la institución y dar respuesta a las cuestiones pendientes: la composición e intereses de los estamentos a lo largo de la época foral, la evolución de ideas y actitudes de la monarquía, el papel de la misma en el contexto político y económico del reino… El desarrollo paralelo de la historiografía sobre otros temas, patrimonio real, economía o poder político de los estamentos o sus componentes, permitirá, así mismo, una mejor aproximación a las posiciones de cada uno de ellos. 

Los resultados apuntados en este estudio son una buena muestra de lo que la colaboración conjunta Cortes-Universidad nos puede aportar en el conocimiento de nuestro pasado. Un pasado que ha servido de referente en la recuperación del autogobierno, llevado a cabo en la década de los ochenta.