2. La ciudad de Valencia: “cap i casal”

El término de la capital, superior a 10 Km2 y cuyos límites se registran en el código de Jaime I (Sagunto, Olocau, Chiva, Buñol, Turís, Monserrat, Alcira y Cullera y 100 millas mar adentro), es ampliado por D. Pedro el Ceremonioso en 1364, con la incorporación de las villas de Sagunto, Cullera y el Puig, reconquistadas a D. Pedro el Cruel en la guerra de los “Dos Pedros”. 

La capital, sede de los diversos órganos de gobierno de la monarquía (gobernación, bailía…), la Iglesia (obispado…) y el reino (estamentos y Generalidad), unirá a su poder político su potencial demográfico (casi la mitad del brazo real) y su desarrollo manufacturero, comercial y financiero. Potencial que se refleja en las mejoras que, desde las últimas décadas del siglo XIV, programan sus ediles. El mismo F. Eiximenis, coetáneo y participante en esta asamblea y al servicio de la oligarquía burguesa de la capital, a los que dedica “El regiment de la cosa pública”, hace en ella un vivo y colorido retrato en el que da hasta treinta y dos razones, desde su asentamiento hasta su lengua, para destacar su importancia “aquesta és una de les pus assenyalades terres del món”.

Razones que resume más tarde el Dietari del Capellà “dotada de tan dolça e afable e graciosa parleria, complida de tantes riques e maneres de abundoses mercaderies, ennoblida tan altament de resplandents hedificis, insigne e maravelloses esglesies, e axí altament e bella ordenades de yoells e paraments e de hofficis e de totes les coses molt maravelosament, abundantment…”.

En la misma línea se manifiestan los jurados en las cartas que expiden entre 1311 y 1412. Opiniones que, más objetivamente, corroboran el médico y geógrafo alemán Jerónimo Münzer, que describe a Valencia en 1494 como una ciudad populosísima,  y Lucio Marineo Sículo que se refiere a ella, hacia 1500, como la primera entre todas las ciudades de España y no superada por ninguna.

Su capitalidad, recogida ya en la crónica de Jaime I “Nós nos maravellam que tan honrada ciutat com aquesta és, que és cap de tot lo regne de València”, ha sido subrayada por A. Rubio. Este autor adjudica a su oligarquía, que controla su gobierno y es mayoritariamente burguesa, su voluntad de mantener ese protagonismo. Protagonismo que ellos entienden como una cuestión efectiva más que honorífica, y que implica su superioridad indiscutible y supone un rechazo a todo intento de recortar sus privilegios. Presupuestos que la enfrentarán al resto del reino. Su liderazgo e intervencionismo se hace patente en más de una ocasión. No sólo asume su coordinación y defensa: su jurado, Francisco de Vinatea, encabeza la oposición de algunas villas reales frente a D. Alfonso el Benigno, para evitar la desmembración del reino; convoca la revuelta de la Unión, en 1347, para hacer frente a las pretensiones autoritarias de D. Pedro el Ceremonioso…, sino que intervine, así mismo, en asuntos que exceden sus competencias, más en función de su propio interés que a instancia de la villa o lugar implicado.

Ese predominio se hace relevante y se confirma en los procesos. La capital es la primera convocada por su estamento y su carta sirve de modelo para el resto. Uno de sus síndicos asume la voz del brazo en la reunión. Hace prevalecer sus posiciones en los temas importantes (presentación de agravios y fueros) y en las comisiones. Protagonismo que no puede desvincularse de su potencial económico, ya que se hace cargo de la mitad del donativo que corresponde a su estamento.